Por Belén
Velázquez . CM.
@bvelazquezmed
En
alguna ocasión he observado a pacientes entrar en las clínicas con actitud discreta y a veces casi
clandestina. No es la primera ni la última vez que advierto reservas en
personas a quienes les gusta cuidarse y
les preocupa reconocerlo abiertamente.
No les
culpo, existen muchas razones para que esto sea así. A diario vemos a orgullosas embajadoras de la silicona, paseando sus exuberantes
prótesis por platós de televisión , mujeres maduras con rostros anacrónicos inyectados con productos
de rellenos y caras inexpresivas que han abusado de cierta toxina. Cargados de
prejuicios razonables, visualizamos a doctores y cirujanos armados con jeringas
y bisturís dispuestos a convertirnos en monstruos esperpénticos y artificiales.

La
belleza no es sólo aquello que agrada a la vista, persigue el bienestar
emocional. Es compatible y
complementaria a nuestro estatus
profesional, social y familiar. Estar y sentirnos guapos favorece la
autoestima, las relaciones sociales e incluso laborales.
La
Medicina y Cirugía Estética abordan el cuidado del aspecto físico desde la
salud. Su máxima es estar sanos y sentirnos bellos a la vez. Podemos prevenir
el cáncer de piel, tratar problemas vasculares, combatir la obesidad y las
enfermedades derivadas de ella, resolver
complejos que frenan nuestras relaciones y favorecen nuestro
bienestar psíquico.
Cuidar
la belleza de forma responsable es una actitud inteligente y no frívola. La
clave es elegir profesionales serios que nos ofrezcan soluciones reales y con
todas la garantías que los cuidados de la
salud exige.
El canon
de belleza no es universal, buena cuenta de ello ha dado la historia, pero
sí existe un deseo que impregna a todos
y cada uno de nosotros: sentirnos bien y
en equilibrio por dentro y por fuera.
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